jueves, 30 de abril de 2009




Descodificar el drama, la comedia o la aventura en las fotografías expuestas en el panel de la entrada de los cines, descifrar una sonrisa, un gesto, una mirada de los protagonistas, apartar luego las cortinas y penetrar en la oscuridad rasgada por una plata luminosa, era tan emocionante como adentrarse en la trama de una novela o memorizar un poema. A lo largo de más de tres décadas, desde los años veinte del mundo hasta mediados los sesenta, antes del auge y el abuso de la tecnología, el cine estableció con la novelística una alianza para intercambiar formas y contenidos, palabras sabias, mitos, una sensibilidad y una estética del gesto, y hasta unos hábitos de comportamiento. la novela asumió la importancia decididamente visual de la narrativa cinematográfica, el potencial simbólico de las imágenes y su cadencia, y el deseo de hacerle ver al lector la que lee, que yo comparto, propicio en la ficción literaria nuevas formas y tendencias. Trabajando una novela donde se abrirían muchas puertas a la memoria personal y a sus espejos deformantes... donde los espejos mentían. Y fue entonces, todavía en años de aprendizaje de quienes les habla, cuando la imaginación echó una mirada sobre aquel expolio de la memoria, y le tendió la mano. (Juan Marsé)


Era poco después de acabada la guerra, yo debía tener siete años, pero recuerdo muy bien la fogata en medio del pequeño y sombrío jardín, los libros abríendose al calor cmo flores rojas, las páginas desprendidas arrugándose y bailando sobre la cresta de las llamas, revoloteando un instante como grandes mariposas negras... Recuerdo la constelación de chispas y pavesas subiendo hacia la noche estrellada, la ceniza fugaz de las palabras y de las ilustraciones... de un modo u otro, consciente o no de ello he buscado en toda obra narrativa de ficción un eco, o un aroma, de ese eterno conflicto entre apariencia y realidad, que de tanatas meneras se manifiesta en el transcurso de nuestras vidas. (Juan Marsé)






martes, 28 de abril de 2009

(...)"Una excesiva dosis de realidad puede resultar indigesta, incluso para un adicto a la realidad y al bistec como Sancho y como Yo. Se trataría de ser algo más lanzados en esta cuestión, un poco locos, y admitir la posibilidad de que lo inventado puede tener mas peso y solvencia que lo real, más vida propia y más sentido, y en consecuencia, más posibilidades de pervivencia frente al olvido. Como nos enseñó Don quijote. Desde su primera salida al campo de Montiel, o desde la primera de sus famosas hazañas, él es el guardián del laberinto, el valedor de lo más noble, bello y justo que alienta en el corazón humano, el que vela por el espíritu, la vigencia y el esplendor de los sueños..."
(Juan Marsé)




"Pero como dijo Woody Allen en una de sus buenas películas, el realismo es el único lugar donde puedes adquirir un buen bistec. Quizá no estaría de más tenerlo en cuenta"
Juan Marsé

























(...)"ese hilo, ese ingenioso ardid, no sería otra cosa que el relato literario, la forma inteligible que desvela la personal arquitectura monstruosa, al fondo de la cual se esconde el terrible constructor, con sus sueños y obsesiones, su verdad y sus quimeras..." (Juan Marsé)







(...)"El imperioso dictado de la memoria y sus laberintos..." (Juan Marsé)


(...)"Procurar tener una buena historia que contar, y procurar contarla bien, es decir, esmerándote en el lenguaje; porqué será el buen uso de la lengua, no solamente la singularidad, la bondad o la oprtunidad del ttema, lo que va a preservar la obra del moho del tiempo..."
(Juan Marsé)
(...)"Bastante trabajo me da mantener en pie a los personajes, hacerlos creíbles, cercanos y veraces"(...)
(Juan Marsé)