jueves, 30 de abril de 2009

Era poco después de acabada la guerra, yo debía tener siete años, pero recuerdo muy bien la fogata en medio del pequeño y sombrío jardín, los libros abríendose al calor cmo flores rojas, las páginas desprendidas arrugándose y bailando sobre la cresta de las llamas, revoloteando un instante como grandes mariposas negras... Recuerdo la constelación de chispas y pavesas subiendo hacia la noche estrellada, la ceniza fugaz de las palabras y de las ilustraciones... de un modo u otro, consciente o no de ello he buscado en toda obra narrativa de ficción un eco, o un aroma, de ese eterno conflicto entre apariencia y realidad, que de tanatas meneras se manifiesta en el transcurso de nuestras vidas. (Juan Marsé)






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