jueves, 30 de abril de 2009

Descodificar el drama, la comedia o la aventura en las fotografías expuestas en el panel de la entrada de los cines, descifrar una sonrisa, un gesto, una mirada de los protagonistas, apartar luego las cortinas y penetrar en la oscuridad rasgada por una plata luminosa, era tan emocionante como adentrarse en la trama de una novela o memorizar un poema. A lo largo de más de tres décadas, desde los años veinte del mundo hasta mediados los sesenta, antes del auge y el abuso de la tecnología, el cine estableció con la novelística una alianza para intercambiar formas y contenidos, palabras sabias, mitos, una sensibilidad y una estética del gesto, y hasta unos hábitos de comportamiento. la novela asumió la importancia decididamente visual de la narrativa cinematográfica, el potencial simbólico de las imágenes y su cadencia, y el deseo de hacerle ver al lector la que lee, que yo comparto, propicio en la ficción literaria nuevas formas y tendencias. Trabajando una novela donde se abrirían muchas puertas a la memoria personal y a sus espejos deformantes... donde los espejos mentían. Y fue entonces, todavía en años de aprendizaje de quienes les habla, cuando la imaginación echó una mirada sobre aquel expolio de la memoria, y le tendió la mano. (Juan Marsé)

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